ASMA:
ENTRENAMIENTO EN
RELAJACIÓN Y SECRECIÓN DE CORTISOL.
OBJETIVO:
Los
objetivos del presente trabajo son describir las principales técnicas de
tratamiento psicológico para el manejo del asma, al comentar brevemente un
artículo de aparición en el año 2001 en el Journal
of Health Psychology, (Smyth et al., 2001), relacionado con la relajación
(entrenamiento), y la secreción de cortisol.
HIPÓTESIS, DISEÑO Y
RESULTADOS DEL ESTUDIO.
Los autores se proponen como
hipótesis conceptual o pregunta clínica de relevancia, si la relajación (o
algunas técnicas de reducción de la activación), influyen en la producción y
secreción de cortisol. En concreto, se plantea que la relajación podría mejorar
los síntomas asmáticos, alterando esa secreción.
Para comprobar dicha hipótesis,
escogieron a 40 sujetos adultos asmáticos a los que harían un seguimiento de
veintiún días en el ambiente natural de los sujetos. A mitad de este período,
los participantes recibieron el entrenamiento en relajación, de forma que el estudio
(longitudinal) permitiera comparar la situación sin tratamiento y la situación
post-tratamiento.
Los resultados mostraron, por una
parte, que los niveles de cortisol no se reducían tras la intervención
psicológica. Los autores discuten este resultado contrario a su hipótesis y
vienen a hipotetizar de nuevo que los pacientes con asma presentan una
respuesta del eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal distinta a la que presentan
personas sanas, también contemplan la posibilidad de que los resultados sean
debidos a la interacción entre la medicación esteroidea y la relajación. De
hecho, encuentran que aquellos individuos que no están medicados con el grupo
de fármacos citados, sí presentan la
reducción esperada.
Por
otra parte, mientras que el estrés estaba asociado con altos niveles de
cortisol “antes” de la intervención
en relajación, “después” de ese
entrenamiento, se asociaba con bajos niveles de la hormona, lo que apuntaría a
una modificación de la responsividad al estrés tras el tratamiento (relajación).
COMENTARIO.
El presente trabajo que
referenciamos y comentamos, aborda uno de los trastornos con mayor prevalencia
en el mundo como es el asma. Desde la perspectiva de la Psicología de la Salud,
se considera al asma un trastorno respiratorio de curso crónico y que se
caracteriza por una obstrucción parcial e intermitente de las vías
respiratorias, como resultado de la hiperreactividad de éstas ante determinados
estímulos tanto de origen interno, como externo. La peculiaridad de esta
obstrucción es su reversibilidad y puede deberse a cuatro factores, como son:
constricción del músculo liso bronquial, inflamación de la mucosa bronquial,
aumento de dicha secreción mucosa lesiones epiteliales y cambios estructurales
en las mismas. (US. National Heart, Blood, and Lung Institute, 1995).
En términos de calidad de vida de
las personas afectas de esta enfermedad, se puede considerar que produce un
gran impacto y una gran sangría económica en términos de coste sanitario y
social asociado a la misma. Asimismo se pone de manifiesto en tanto en la
percepción de pérdida de calidad de vida por quienes la padecen y sus
familiares; como por indicadores tales como: el absentismo laboral o escolar, o
la restricción de actividades que esas personas deben llevar a cabo.
Afortunadamente, el asma es una
enfermedad para la que existe tratamiento farmacológico efectivo permitiendo un
buen control sobre la misma, que se pone de manifiesto en la reducción de la
mortalidad asociada que se ha podido observar en varios países en los últimos
años.
Sin
embargo, la farmacoterapia, no sólo no ha sido capaz de evitar el incremento de
nuevos casos, sino que tampoco ha traído consigo una eliminación de las crisis
de los que ya la padecen. Varios factores pueden estar incidiendo en ello.
Por una parte, como en el caso de
otras enfermedades crónicas no sintomáticas (y el asma es una de ellas en
períodos inter-crisis), existen dificultades en relación a la adherencia a los tratamientos, así como
en el adecuado seguimiento de la enfermedad.
Por otra, factores como el estrés o
ciertas emociones (miedos, ansiedad, fobias), así como procesos de
condicionamiento –tanto clásico, como operante- que pueden actuar como
desencadenantes de síntomas asmáticos o
como excerbadores de la patología. Más aún, aspectos tales como las
atribuciones causales que los sujetos hacen acerca de su enfermedad, pueden
determinar comportamientos en relación al cuidado del trastorno.
Finalmente, tanto la naturaleza
impredecible de las crisis, como la severidad y las nefastas consecuencias que
ésta puede tener, convierten al propio trastorno en un estresor crónico muy importante en sí mismo, que puede incidir en
el propio curso de la enfermedad y en las pautas de manejo de las mismas.
En este contexto, la intervención
psicológica sobre el asma presenta ya una larga tradición y, en particular, las
técnicas de relajación progresiva o
diferencial y del control de la
activación autonómica.
La
primera es una técnica que ha sido utilizada muy frecuentemente entre los
psicólogos clínicos y de la salud, para el control del asma. En contra de lo
que los autores exponen, los resultados no son tan concluyentes como para
afirmar sin género de dudas que este tipo de terapias prevenga o reduzca la
severidad de los ataques de asma, así como que mejore la función respiratoria.
(Véase Vázquez y Buceta, 1993).
Sin
embargo un meta-análisis realizado por Devine (1996) sobre 31 estudios llevados
a cabo entre 1972 y 1993 en relación al efecto de tratamientos psicológicos y
psico-educativos sobre el asma, ha puesto de manifiesto cómo son, precisamente
las intervenciones educativas y la relajación, las que muestran unos mejores
beneficios en los parámetros de la enfermedad.
Por ejemplo, como Lehrer y cols.
(1994) ya mostraron, la relajación produciría un efecto reductor tanto de la
actividad simpática como parasimpática; es decir, entrañaría una reducción de
la función pulmonar pero también de la respuesta compensatoria parasimpática,
lo que mejoraría el pronóstico a medio-largo plazo, aunque tuviera un impacto
insignificante o incluso negativo en dicha función pulmonar actual.
La hipótesis del decremento de los
niveles de cortisol como resultado de la aplicación de la técnica (relajación),
no es confirmada, sin embargo por el estudio. Los autores vienen a comprobar
que el entrenamiento ha sido eficaz en la reducción del estrés y el humor
negativo, así como en la mejora de la función pulmonar; luego la falta de
resultados no puede ser achacable al fallo del tratamiento.
En consecuencia, Smyth y cols.
proponen otras alternativas para explicar los resultados contrarios a lo
esperado.
-
Por una parte, la posibilidad de que la respuesta del eje
hipotalámico-hipofisiario-adrenal sea diferente en pacientes con asma que en
personas sanas.
-
Por otra, la posible interacción entre la medicación corticosteroidea y la
relajación. Esta segunda posibilidad descansa en el hecho de que aquellos
individuos que no usaban esta medicación sí presentaban el efecto
esperado de reducción de los niveles de cortisol tras la intervención.
Finalmente, los autores comprueban
una segunda hipótesis, si bien el diseño seguido no les permite una
profundización suficiente en ella: las relaciones entre el entrenamiento en
relajación y la respuesta del eje hipotálamo-hipofisiario-adrenal al estrés. El
resultado más interesante –y que desconocemos si ha sido replicado- tiene que
ver precisamente con esa interacción encontrada entre el estrés y la
intervención sobre los niveles de cortisol.
En suma, este estudio viene a poner
de manifiesto que la relajación y las técnicas de manejo del estrés tienen una
eficacia en el tratamiento del asma sobre varios parámetros de la enfermedad,
tanto objetivos, como subjetivos. Y suponemos que desde la publicación del
estudio, los ensayos se habrán refinado, tanto teórica, como metodológicamente.
El
trabajo no llega, desde luego, a desentrañar los mecanismos por los que estas
técnicas actúan, aunque viene a señalar la existencia de una serie de factores
propios de los pacientes con asma, por un lado, e intra-individuales, por otro,
que deben seguir siendo explorados para identificar aquellos sujetos en los que
intervenciones de estas características pueden ser más eficaces.
REFERENCIAS:
“US. National Heart, Blood, and Lung Institute”, Global Initiave for Asthma, Publication number 95-3659, National
Institutes of Health, 1995.
Devine, E.C. “Meta-analysis of the effects of psychoeducational care in
adults with asthma”. Research in Nursing
and Health, (1996), 19, 367-376.
Lehrer, P.M.; Hochron, S.M.; Mayne, T.; Isenberg, S.; Carlson, V.;
Lasoski, A.M. et al. “Relaxation and music therapies for asthma among patients
prestabilized on asthma medication”. Journal
of Behavioral Medicine, (1994), 17, 1-24.
Sandín, B. y Chorot,
P. “Trastornos Psicosomáticos”. En A. Belloch, B. Sandín y F. Ramos. Manual de Psicopatología.(vol.II).
(2000). Madrid: McGraw-Hill.
Smyth, J.; Litcher, L.; Hurewitz, A. y Stone, A. “Relaxation training
and cortisol secretion in adult asthmatics”. Journal of Health Psychology. (2001), 6, 217-227.
Vázquez, M.I. y Buceta, J.M. “Effectiveness of self-management
programmes and relaxation training in the treatment of bronquial asthma:
Relationships with trait anxiety and emotional attack triggers”, Journal of Psychosomatic Research,
(1993), 37, 71-81.
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